12/06/2022

A Recall Loop

 



De todas las maquinas creadas por el ser humano, creo que una de las más interesante es el Saturno V, el mismísimo cohete que llevo a el hombre a la Luna, y que de paso, tiene el récord de haber llevado a un ser humano al punto más alejado al planeta tierra, en el Apolo 13, todavía manteniendo esa victoria por un lustro (que no es un dato menor).

Ese grandioso tubo de metal fue dotado de la combinación perfecta de ingenuidad e ingeniería y asi logro cosas imposibles con herramientas mínimas, al menos a comparación con la tecnología de hoy en día con la cual cualquier pelado que tiene un E-comerce puede darse una vueltita por la estratosfera con sus amigotes.

Ya es una leyenda urbana citadísima la de que un celular de hoy en día tiene mas memoria y poder de procesamiento que todo el equipamiento del cohete, y en parte es verdad, todo lo que hoy tecnológicamente damos por sentado, en épocas del programa Apolo ni siquiera era imaginable y es tan impresionante la hazaña lograda como lo fue la tecnología usada para llevarla a cabo.

Aunque la estrella de estos bicharracos que comandaban la nave son las propias computadoras del Apolo las cuales, ya transistorizadas, ocuparon el 60% de la producción anual de circuitos integrados a de Estados Unidos en ese momento,  quiero hacer hincapié en otra de los componentes del cohete, una de las joyas inadvertidas de esa tecnología neo-primitiva: Los paquetes de memoria, estos eran los encargados de contener la información del vuelo y los programas de toda la nave,  a diferencia de los medios de memoria de hoy en día, que se hacen con pequeñas compuertas electrónicas una al lado de la otra, millones por centímetro cuadrado, los módulos de memoria del Apolo se basaban en el magnetismo remanente de pequeñas donas de metal que estaban intrincadamente cosidas por una serie de conductores formando una especie de cota de malla que dependiendo de como estaban rotados los anillos daban los ceros y unos que el sistema requería, los cables que unían los anillos eran los encargados de interrogar esa remanencia magnética cada vez que la computadora “leía” ese bit o “palabra” de memoria.

Este proceso de tapicería electrónica estuvo a cargo de técnicas del MIT que se dedicaron a coser estos pequeños anillitos formando una especie de un quipu maya futurista, conteniendo la información en varios telares que iban superponiéndose unos de otros armando una enciclopedia magnética con toda la información requerida por los astronautas y el centro de control.

(he aquí un bello close up de este tipo de memorias)

Lo que mas me llamo la atención de este intrincado sistema de memoria es que cada vez que se leía un elemento de memoria este indefectiblemente se borraba y se tenia que volver inmediatamente a regrabar, así que cada vez que se volvía a requerir ese dato en realidad se estaba leyendo una copia fiel del mismo.

Según estudios neurológicos de hoy en día, es así como funciona la memoria del ser humano, cada vez que recordamos algo estamos sobrescribiendo sobre nuestra propia memoria y es así como nunca estaremos recordando lo que realmente paso si no la copia de la copia de lo que nos pareciese que paso, por que vale advertir que ya desde el primer momento en el que grabamos esa primera memoria esta se pasa por el sesgo implícito que tenemos integrado en nuestra mente, el cual modifica ese evento con todo el peso de nuestra experiencia modificándolo a merced de esta, como si fuera un medio de comunicación bastante cooptado por algún poder económico (coff coff),

Es así como se produce el efecto Rashomon, el cual se refiere a una película del gran Akira Kurosawa donde un mismo suceso es narrado por 4 personas participantes en el mismo y con cada relato nace una historia distinta, el film nos intenta decir dos personas no pueden experimentar el mismo evento exactamente de la misma manera, en un reto flagrante al dicho del General afanado previamente a Aristóteles  “La única Verdad es la Realidad”.

Donna Bridge, una neurocientífica experta en el tema dice que “El recuerdo de un evento puede volverse menos preciso hasta el punto de ser totalmente falso debido a la sucesión de veces que se recuerda” o algo así me acuerdo.

Por ende, terminamos todos siendo narradores poco confiables de nuestra propia historia, ahora dudo de los recuerdos de antaño que tanto atesoro, a los que me gustaba volver, quizá el que cambio esa playa de Gesell de la infancia la cual añoro fui yo, volviendo una y otra vez al mismo lugar modificándola cada vez que volvía, quizá mi perro no ladraba tanto ni hacia tanto calor en verano, quizá algunas cosas no fueron tan graves, otras no tan importantes o quizá fueron más importantes de lo que recuerdo. Ahora tengo miedo a seguir modificando recuerdos mientras los indago, siempre los imagine en mármol, no de gelatina.

Dicen que somos productos de lo que hicimos y de lo que fuimos, pero me veo encerrado en una encrucijada existencial, entre lo que no puedo recordar y lo que de tanto recordar cambié, no veo a esa premisa como un cimiento firme para construir una personalidad. 

Quizá por eso somos tan ambiguos, entre las hojas que faltan y las reescritas mil veces, no hay manual de instrucciones que aguante y nosotros queriendo llegar a la luna.