De todos los regalos que alguna
vez recibí. El que más atesoro y mas quiero es uno que no puedo tocar, es una
historia que nace de una frase, una frase que alguna vez regale, que fue como
una especie de confesión desesperada, de planteo de términos o mejor dicho...
Un toque de retirada. Fue increíble que aquella frase se pueda haber
transformado en algo tan bello y tan exquisito. Cuando lo leí me di cuenta que
por primera vez, alguien pudo ver en mi, más profundo de lo que yo mismo me
pude mirar. "Es imprescindible dejarte libre" Le dije mientras
caminaba, escapándome hacia la puerta de salida.
Y esto es
lo que me regalo:Quisiera perderme años atrás
"Es imprescindible dejarte libre" le dijo.
Y se levantó,
dejando que las sábanas copiaran sus movimientos detrás de él.
Caminó,
algo vulnerable todavía,
tratando de esquivar las sombras que proyectaba su estupidez.
Terminó de incorporar su cuerpo desnudo,
pero volvió a agacharse,
algo resignado,
a buscar debajo de la cama sus zapatos de cordones cortos.
Descolgó de una vieja silla olvidada en la esquina del cuarto su gorra de lana azul electrico,
se calzó sus enormes anteojos de marco grueso
y al fin la miró.
En ese momento, ambos supieron que no podían verse,
tan solo mirarse por unos breves y espesos segundos.
Una exhalación profunda de su boca se encargó de marcar el tiempo.
Era resignación, sin duda alguna.
Ella no sintió nada, salvo algo de frío en los pies.
Él se fue, tomando su maletín gastado en las puntas, él se fue.
Y ella no pudo mirarlo nunca más.