-Tenes que ver el lado romántico de la derrota.- Comente. Mientras él me miraba atónito, tratando otra vez de descifrar si se trataba de otra de mis ironías o lo decía en serio; Pues si lo decía en serio, a simple vista no tendría sentido. La conversación tomo otros rumbos y se dirigió hacia mares no tan escabrosos como ese. Definitivamente no era ni el lugar ni el público para explayar mi teoría acerca de los romanticismos de la derrota.
Pues por este medio quizá lo pueda hacer. El amor es una moneda dura y sus dos caras son irremediablemente inseparables. Ya lo dijo Shakespeare “Las mejores historias de amor terminan en tragedia”. Y que mejor manera de explayarse sobre esa frase que con una de sus obras culmines. No fue morbo homicida el que lo impulso a asesinar a sus dos enamorados, sino fue lo que le dio sentido y profundidad a su amor adolecente. No puede existir el amor si no hay nada en riesgo, si no existe el sacrificio, si no existe un peligro. Cuando uno toma el amor no lo puede tomar sin aceptar que se va a terminar. El amor embriaga como el vino y la pérdida despierta como el café, en cuanto a la renuncia, siendo muchas veces el lugar favorito de la cobardía, encierra en ella, si es real, cierta hidalguía muy difícil de encontrar. Pienso que es por eso que William mato a esos jóvenes, en la juventud somos todos inmortales e invencibles pero en el camino de la aceptación de el amor ellos se convirtieron en mortales y aceptaron la renuncia máxima, la renuncia a la propia vida, es eso lo que hace a esa historia Épica, que sean adolecentes y se quiten la vida por ellos mismos no son para mí cuestiones accidentales sino la base de todo el sentido de la obra.
Otra idea que llamo mi atención es que no existiría el amor si no existiría la muerte, de hecho es un tema que me persiguió por mucho tiempo, claro que lo entendí mal en un principio tomando a el amor como un estado y a la muerte como una acción, tomando a estos dos como acontecimientos crudos y de esa manera muy difícil de ligarlos. Pero pensándolo profundamente empecé a ver a estos dos antagónicos como caras del mismo destino. Advertí que la dualidad entre el amor y la muerte es un concepto magnificado, me cuesta ahora separar a estos dos. Amor y muerte como sinónimos de inicio y fin, de conquista y derrota, intriga y certidumbre, aurora y crepúsculo.
Esto no quiere decir que disfrute de la derrota y que la persiga con deseo, sin embargo ahora la veo con de otra forma, como si un final amargo sea el único camino para darle sentido a esta tragicomedia que es nuestra vida.
Es difícil en esta sociedad y en esta estructura, ver lo positivo de la derrota, de la renuncia y de la muerte. Estamos limitados a la victoria, a la gloria y al éxito, Atrapados en una persecución imposible por nuestros deseos mientras tratamos de escapar de los caballeros de la ruindad. Pues creo que a medida que nos vamos acercando a nuestros objetivos de grandeza también nos estamos acercando a la ruina de nuestro sueños. La verdad esencial de ser finitos es la que ata estos triunfos a sus finales. Y es por eso que es muy ingenuo querer siempre cobrar solamente media moneda.
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