4/29/2014

The Little Blue Marble



Cada vez que alguien se entera de que soy un “Observador” viene a la conversación la siguiente pregunta: ¿Cuál es el planeta más raro que encontraron? Y cada vez que es tirada en la mesa esa pregunta un titubeo se apodera de mi cabeza. ¿Será ese planeta cuya raza alcanzo a salvarse de el estallido de su estrella binaria con un éxodo masivo, escapándose en el espacio y convirtiéndose por obligación en la primera civilización errante?, ¿O el gigante amarillo donde encontramos vida a base de silicio y acido sulfúrico, en los cuales sus organismos vivían dejando tras de sí una estela de arena, subproducto de su respiración? Venimos explorando el universo hace miles de siglos, encontramos y catalogamos millones de planetas, muchos más que ninguna otra cultura existente y es difícil elegir cuál es el más interesante. Pero hay uno en particular que nunca puedo olvidar. No es por el planeta en sí. Sino por su interesante peripecia.

Hace un par de generaciones, un grupo de observadores se dispusieron a investigar las señales provenientes de los agujeros negros cercanos a nuestra galaxia y con ese motivo enviaron una serie de sondas de exploración a orbitar el borde de dichos accidentes cósmicos. Cuando los datos empezaron a llegar al centro de investigación los observadores notaron que una de las sondas estaba tomando datos anómalos. Los espectros que provenían de ese agujero eran discretos, sumamente reglados, señal de que provenían de una fuente artificial. Rápidamente el centro de investigación envió a más satélites con el fin de captar todas las ondas posibles que se escapaban del centro de la estrella colapsada. Y es ahí cuando se descubrió que el agujero negro había engullido un pequeño sistema  planetario que raudamente se dirigía a su centro para ahí ser compactado en su infinita masa astral.

El tercer planeta de ese sistema era una pequeña canica azul que emitía todo tipo de señales. Dentro de ella una civilización a base de carbono y oxigeno había logrado avanzar científicamente al punto de poder transmitir ondas electromagnéticas coherentes.

No les costó mucho a los observadores descifrar los mensajes que contenían las transmisiones. Aunque por el volumen de los datos recibidos les llevo una generación poder procesarlos y con ellos armar la historia del pequeño planeta azul y sus residentes. Ellos eran una civilización joven, quizá con un par de miles de siglos de edad y pocas décadas de primitivos avances tecnológicos. Una civilización que con el fin de interconectar a su planeta usando las comunicaciones vía satélite para salvar la geografía terrestre, accidentalmente estaba transmitiendo su historia día a día al espacio profundo. El nivel de detalle, calidad y cantidad de las emisiones transformaba a esas señales en un arca enciclopédica de la vida en ese planeta. Dentro de sus emisiones descifraron mensajes audiovisuales, textos en diferentes idiomas, imágenes fijas de sus obras de arte y textos completos de sus bibliotecas principales, incluso los observadores descifraron un mensaje que iba dirigido hacia ellos, en realidad hacia cualquier planeta con vida avanzada. Era un solitario mensaje del S.E.T.I. un organismo dedicado a la búsqueda extraterrestre que enviaba una especie de saludo de bienvenida.

Pero lo más extraño de este planeta era que sus habitantes no sabían que estaban atrapados en las fauces de este agujero negro. Siendo devorados rápidamente por su infinito apetito. Acelerándose precipitadamente hacia su final, y como en giro macabro de su destino, todas las evidencias que pudieron colectar en su pequeño lapso de investigación espacial fueron malogradas en teorías erróneas. Lo que ellos interpretaron como el universo expandiéndose era en realidad su propia contracción producto de la inmensa gravedad en la que estaban sumergidos. Las raras excentricidades planetarias e incluso galácticas que le atribuyeron a la gravedad universal eran solo producto de la gran velocidad con la que se desplazaban y por esa velocidad también era imposible transmitirles cualquier tipo de mensaje, ese silencio universal los había hecho creer que estaban solos en el universo. Su marco temporal se dilataba a medida que iban acelerándose hacia los confines de su existencia. Posponiendo el fin de su sistema sin que ellos se dieran cuenta. Cabe aclarar que cuanto más rápido se mueve un objeto mas se dilata el tiempo que transcurre en el. Estaban sin saberlo presos de la paradoja de Aquiles y la tortuga. Cuanto más cerca estaban de su fin, más tiempo se les agregaba a el final. 

Al poco tiempo de recolectar los datos provenientes del planeta los observadores se dieron cuenta de que estos venían cada vez mas comprimidos. Hasta que fue imposible leerlos. Después de pocas semanas las transmisiones cesaron. Pero lo que parecían segundos para nosotros para ellos fueron eras y siglos de vida.

Esa es mi historia favorita para contar, es mi planeta preferido. El pobre planeta azul que creía estar solo. Pero logramos escuchar su historia, incluso desde lo profundo del abismo, algo quedo en el universo con su firma.

De ese planeta me quedo con uno de sus dichos, “En todos lados se cuecen habas” que significa que en todos los lugares pasa lo mismo y lo elijo a propósito porque ellos fueron la excepción a la regla. Con todos los planetas que nos hemos logrado comunicar o en los cuales descubrimos civilizaciones inteligentes nos encontramos con los mismos descubrimientos una y otra vez acerca de las leyes naturales que rigen el universo. Repetidas conclusiones hechas por miles de hombres de ciencia en diferentes tiempos y planetas, con diferentes maneras de llegar a ellas nos llevan siempre a las mismas soluciones. Pero no es el caso del pequeño planeta azul. Sus errores y sus equivocadas interpretaciones convirtieron a sus teorías, en verdaderas obras de arte, si se hubiesen topado con las correctas hubieran deducido rápidamente que estaban condenados, pero estas teorías erróneas les ofrecieron un modo más optimista de continuar existiendo. Haciendo de un suspiro universal su propia eternidad.



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