10/30/2016

A la Pipetua !!!!! (TDE)



Hay ovillos que uno no quiere desenmarañar. Uno de los que conozco es el origen del cuento de la buena pipa. Nacido en una pequeña villa al sur de Francia, en las épocas de la segunda guerra mundial en un pueblito rural llamado Pau se encontraban los más feroces y valientes soldados de la resistencia francesa. Diezmados y destilados a fuerza de batallas solo quedaban los más duro, evitando que el poblado caiga en manos nazis y evitando que prosigan con su temible avanzada.

En las noches calmas de guardia a los soldados les gustaba medir su valentía, hacían concursos de tiro, expediciones furtivas al frente enemigo, solo porque si, en las cuales incluso una vez lograron robarle cigarrillos y manteca a un oficial alemán que se apostaba a 20 millas de el pueblo. Pero la prueba final  que solían hacer cuando el nerviosismo se mezclaba estequiomentricamente con el aburrimiento en una combinación explosiva, tanto que no dejaba mover ni un musculo del cuerpo, era el intento de contar la historia de la buena pipa.

 La leyenda, nacida en ese mismo pueblito, cuenta que una familia que residía allí por los inicios del siglo XIX trato de estafar a un viejo gitano que pasaba en caravana de pueblo en pueblo  vendiéndole una pipa de hueso de madera negra y cambiándosela a último momento por una de menor calidad.  El viejo advirtiendo el engaño reclamo y se quejo, pero los dos hijos varones de la familia le propinaron una golpiza a cambio, el viejo refunfuñante se marcho, esbozando gritos en romaní y señalando a los jóvenes.

Esa misma noche en el bar del pueblo, los muchachos contaban el engaño en tono jocoso, acerca de la pipa, la paliza y la posterior huida del viejo. Música y gritos salían por las ventanas del bar que acompañando a la luz se perdían calles abajo entre la niebla. De pronto, todo el bar se apago, luz y sonido desaparecieron por un instante. Cuando los curiosos se acercaron solo quedaban las ropas de los que hacia segundos habitaban el bar. La historia tenía una maldición y tanto quien contase como quien escuchase la historia de la pipa con un tono socarrón desapareciera al poco tiempo. 

Es por eso que los soldados franceses se desafiaban unos a otros a contar la historia y finalmente nunca nadie la contaba, porque una cosa es tenerle miedo a un regimiento alemán y otra  es el miedo que impone un viejo fantasma gitano.

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