Hay ovillos que uno no quiere desenmarañar. Uno de los que
conozco es el origen del cuento de la buena pipa. Nacido en una pequeña villa
al sur de Francia, en las épocas de la segunda guerra mundial en un pueblito
rural llamado Pau se encontraban los más feroces y valientes soldados de la
resistencia francesa. Diezmados y destilados a fuerza de batallas solo quedaban
los más duro, evitando que el poblado caiga en manos nazis y evitando que
prosigan con su temible avanzada.
En las noches calmas de guardia a los soldados les gustaba
medir su valentía, hacían concursos de tiro, expediciones furtivas al frente
enemigo, solo porque si, en las cuales incluso una vez lograron robarle
cigarrillos y manteca a un oficial alemán que se apostaba a 20 millas de el
pueblo. Pero la prueba final que solían
hacer cuando el nerviosismo se mezclaba estequiomentricamente con el
aburrimiento en una combinación explosiva, tanto que no dejaba mover ni un
musculo del cuerpo, era el intento de contar la historia de la buena pipa.
La
leyenda, nacida en ese mismo pueblito, cuenta que una familia que residía allí por
los inicios del siglo XIX trato de estafar a un viejo gitano que pasaba en
caravana de pueblo en pueblo vendiéndole
una pipa de hueso de madera negra y cambiándosela a último momento por una de
menor calidad. El viejo advirtiendo el
engaño reclamo y se quejo, pero los dos hijos varones de la familia le
propinaron una golpiza a cambio, el viejo refunfuñante se marcho, esbozando
gritos en romaní y señalando a los jóvenes.
Esa misma noche en el bar del pueblo, los muchachos contaban
el engaño en tono jocoso, acerca de la pipa, la paliza y la posterior huida del
viejo. Música y gritos salían por las ventanas del bar que acompañando a la luz
se perdían calles abajo entre la niebla. De pronto, todo el bar se apago, luz y
sonido desaparecieron por un instante. Cuando los curiosos se acercaron solo
quedaban las ropas de los que hacia segundos habitaban el bar. La historia tenía
una maldición y tanto quien contase como quien escuchase la historia de la pipa
con un tono socarrón desapareciera al poco tiempo.
Es por eso que los soldados
franceses se desafiaban unos a otros a contar la historia y finalmente nunca
nadie la contaba, porque una cosa es tenerle miedo a un regimiento alemán y
otra es el miedo que impone un viejo
fantasma gitano.
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