Abro los ojos. No es el techo de mi cuarto, de nuevo. Sigo en el hospital y ni bien lo percibo mi mente corre hacia mi pie derecho –No… No me duele. Sigue todo igual entonces. No empeoro ni mejoro.. “sigue todo igual” tiene un dejo de frustración. A ver. Tareas del día: ser paciente. ¿Adjetivo o sustantivo? ¿Los dos?... prendo las teles, en la de Carlos pongo TN, en la mía está el gourmet, no sé por qué. ¿Hace cuánto están los desayunos acá?… toco la taza… hace poco, todavía esta caliente. Me tomo el café y como la galletita de agua mientras Narda desde el Gourmet se me caga de risa haciendo un desayuno Americano. Me caliento, cambio de canal.
Carlos se despierta, tiene 50 años y un flamante ACV, hace cuatro días que lo conozco, era Escribano, un tipo muy culto, mi compañero de celda y últimamente mi conejito de indias.
Carlos no sabe por qué esta en el hospital, realmente no lo sabe. Sabe que lo trajo su socia porque estaba muy nervioso, no recuerda muy bien pero decía que estaban todos histéricos en la oficina, alrededor de él tratando de calmarlo y ahora lo tienen prisionero en este hospital.
-Buen día, Carlos ¿Dormiste bien? –pregunto yo en tono tan condescendiente que roza la burla
-Bien, bien, nene ¿y vos?
-A mí me despertó el traumatólogo a las cinco de la mañana me miro el pie y se fue… todo bien, según dijo.
-¿Llego alguna carta del Colegio de escribanos? – preguntó Impaciente Carlos, Su extravió lo hacía esperar una carta salvadora que lo saque del hospital, una carta que no existía, el se refugiaba en esa esperanza y yo le seguía el juego no por maldad sino por piedad. –Es mejor que espere algo a que sepa que no tiene nada que esperar. Pensaba –No Carlos, no llegó nada, esperemos al mediodía. Respondí
Me pongo las zapatillas y empiezo a caminar por la habitación, ya me estaba quedando chica, abrí el cajón de mi mesa de luz tan insípida como metálica y ahí estaban, los 20 en un paquete cerrado con celofán, -Mmm cómo quiero un pucho. Se me escapa. Carlos no escuchó, agarro los puchos, me los meto en el bolsillo, en el otro el encendedor y encaro para la puerta.
Una barrera mental me detiene en el dintel de la puerta de la habitación, me asomo al pasillo y observo. Que Layout parecido al de una cárcel, un pasillo muy ancho muchas puertas cerradas, también muy anchas, miro para atrás al final del pasillo veo un balcón, Ahí no puedo… es difícil salir y quedo muy expuesto… si me ven, lo que es muy posible, se arma la batahola. Miro para el otro lado y en el fondo del pasillo está la enfermería, no tardo en distinguir una cabeza que se asoma por detrás de la ventana, para salir del ala hay que pasar por al lado de la enfermería… imposible. De pronto la cabeza gira y me mira. Me meto para adentro, no quiero levantar sospechas. Primero está el baño, después mi cama y separada por un biombo la cama de Carlos. En la pared una ventana balcón. Esta es mi chance, esa es la esena del crimen me digo. Pruebo la ventana... abre. Salgo a un balcón que comunica a todas las habitaciones a lo largo del edificio y empiezo a contemplar la vista que tengo desde el tercer piso. Una vista paupérrima como todas las vistas que pueden dar todos los terceros pisos del mundo. Miro para abajo y veo la rotondita que hay en la entrada del hospital. En el medio de ella un cartel inflable que dice “edificio 100% libre de humo” se me caga de risa como Narda Lepes. Me meto la mano en el bolsillo y le saco el celofán a la cajita. Es un avance, pienso mientras sigo contemplando el paisaje. Pero no estoy viendo en realidad. Estoy fijándome quién me miraría si me prendo un pucho acá. Los doctores y pacientes entran y salen siempre mirando derecho seguramente metidos en su mundo, mi mirada sigue avanzando hasta la entrada del hospital. ¡Ahí está! La maldita garita y afuera de ella un guardia de seguridad. Lo miro detenidamente.. ¿Mirará para arriba? Naaa, qué va a mirar. Mientras pienso eso el uniformado se da vuelta y me ve… o mi paranoia cree que me ve. Me meto rápido adentro, que esté en el balcón sí es sospechoso, una llamadita desde la garita a la enfermería y listo, estoy hasta las manos.
Me meto adentro rodeado por los dos flancos. Este es nuestro bunquer, Carlos, susurro al pasar por su cama. Ni me escucha, está viendo cómo Bonelli se las ingenia para decir boludeces, me acuesto en la cama y hago contacto ocular con la tele. “Las primeras 48 horas” un programa de detectives que dan por el A&E, detectives posta a los cuales filman mientras resuelven un caso. Estos tipos no duermen… parecen las enfermeras. Me quedo un rato mirando el programa. ¿Por qué no soy detective? Pienso… debe ser divertido.. a veces. Debe ser más divertido que ser un paciente seguro. Podés fumar por ejemplo. Metés a gente en cana, en cárceles con pasillos largos y garitas en las puntas.
Abren la puerta, es una enfermera con un sache de naranju en una de sus manos.
-Buenos díassssss; ¿Cómo pasaron la noche? - pregunta -¿Todo bien?- me indaga en un tono cómplice. Esa complicidad tiene un porqué, antes de que me muden de habitación Carlos había tenido un intento de escape. Se había vestido “de civil” y había ganado el patio del hospital, pero lo agarraron en la garita, desde ese momento que las enfermeras estaban más atentas a mi habitación y cuando llegué yo me dieron la tarea de vigilarlo. Ahora soy un agente encubierto.
-Todo bien, nos despertamos hace una hora y tomamos el desayuno los dos. Le digo pasándole revista. Igual no zafo de que me conecte el sache. Miro el suero y parece naranju naranja. Rifampicina se llega a leer en la letra de médico que tiene escrita con fibron. Agarro la laptop y busco en internet.. Genial! Ahora según wiquipedia mi pie tiene tuberculosis o lepra. No voy a salir más de acá. La enfermera me pone el goteo en centurias. El sache no se desinfla más, pero igual sigue ardiendo en la vena.
Carlos no tiene nada clínico. Lo revisan, le toman la temperatura, la presión, le dan un antiácido a modo de palmada en la espalda y la enfermera sigue su camino. A los tres minutos encaro de nuevo para la puerta, ahora con un grillete en forma de perchero con un naranju gigante en la punta. Me asomo a la puerta, un par de enfermeras caminando por el pasillo y las doctoras reunidas en la enfermería me confirman que la primera ronda ha comenzado.
Pero hay alguien más, en la puerta de al lado de mi celda, está hablando por teléfono la mamá del pibe de la otra habitación. No sé mucho de él pero lo que sé me aterra, tiene mi edad y tiene cáncer, está en una etapa crítica y está muy enojado y triste con lo que le está pasando, hace dos días que no se levanta de la cama. La última vez que lo vi estaba caminando por el pasillo del hospital blanco como una hoja y con una cara.. Tremenda, cara de saber cómo termina la historia.
La mamá corta el teléfono y nos miramos, me saluda, trata de parecer armada, yo trato de parecer idiota pero los dos sabemos que no es así. Me bocetea una sonrisa, yo la miro y no puedo dejar de saber que no la puedo ayudar, que no la puedo consolar y eso me pone muy nervioso, siento que me mira como si mirara al hijo, me atraviesa su dolor. Ni le pregunto por su hijo, le digo –¿En este hospital hay una señal de mierda viste?- se ríe y me dice –Sí, se escucha todo entrecortado. –Debe ser por la cantidad de teléfonos que hay para una sola antena.- le comento, me pregunta cómo está mi pie y le cuento que estoy bien y que el jueves seguro me dan el alta. Le digo -¿Cómo está el clima ahí adentro? Encoge los hombros y me hace una mueca de “Es lo que hay”, nos quedamos en silencio, Ella me sigue mirando y yo no me puedo sacar la idea de que mira a lo que solía ser su hijo -¿Por qué tengo que tener esta sonrisa falsa? Pienso, El silencio me destruye poco a poco, Tengo ganas de abrazarla y llorar. La puerta de su habitación se abre y salen 3 médicos, aprovecho y me escapo de nuevo a mi bunker. Pienso en llamar a la enfermera, que me ponga un parche de nicotina y ya está.
Me olvidé de cerrar la puerta y ahora escucho lo que le dicen los médicos a la madre del pibe.. No quiero escuchar. Miro la tele, siguen sin dormir los detectives, buscando a algún testigo que hable. Miro la tele de Carlos y nos ponemos a conversar de la síntesis del mediodía. Carlos sigue con el pijama puesto, lo cual es buena noticia, -Ya viene la comida, Carlos.- le aviso – Recién vi el carrito.
La comida entra con las cuatro clínicas; La doctora principal, Sonia Pankel, Pankel suena a tanque alemán, la doctora también. Y los tres ángeles de Charly, tres chicas en su internado. Yo sigo con el grillete prendido a una vena de mi brazo derecho… el izquierdo ya está muy pinchado.
Empieza el juego de las clínicas. Ellas tratan de poner distancia de Doctor Paciente y yo trato de no dejarlas –Si me tratas de usted me voy a subir a upa tuyo. Amenazo a una de las del trío. Me mira aterrada, pero Pankel me pone en mi lugar, advierte que tengo algo en el bolsillo -¿No estarás fumando en el hospital? Me pregunta con tono amenazante, ahora el aterrado soy yo. Noooo - le respondo rápidamente. –Mirá que si querés te ponemos un parche de nicotina.
–No quiero un parche de nicotina, quiero fumar, quiero prender un pucho, tenerlo entre mis dedos, oler el humo, caminar por la vereda, irme a mi casa.- casi le digo. La miro y miro mi pie, Ellas lo miran, le sacan las vendas tocan la herida se miran entre ellas vuelven a mirar mi pie me dicen que está todo bien vuelven a cerrar la herida me tachan de la lista y lo van a ver a Carlos
-Carlos está bien, la puta madre!. – pienso; No tiene nada clínico, el está perfecto. Las doctoras saludan a Carlos y él les pregunta por la carta del colegio de escribanos, las miradas vuelven a mí, no tienen idea de lo que él está diciendo, comento en voz alta –No sé si las doctoras tienen la carta con el alta Carlos, Recién es mediodía y todavía no llegó el correo.
Pankel entiende inmediatamente y le comenta –No, Carlos, no creo que llegue hoy la carta, me parece que vas a tener que esperar hasta mañana. Carlos sigue insistiendo en que el colegio de abogados lo tiene preso pero las cuatro médicas hacen oídos sordos. Tratan de salir tan rápido como entraron. Quedamos solos de nuevo, con las bandejas de comida en las mesitas. De fondo están pasando Cops, mientras trato de encontrarle el sabor a el pollo grillé pienso -¿Estaría bueno ser policía no? ¿Policía como el de la garita? Qué bueno sería un pucho, si tan solo pudiera ganar la calle por cinco minutos… Una de dos o me duermo una siesta o me como los dedos, este es el peor horario para intentar un escape, todas las puertas de las habitaciones están abiertas, las enfermeras y el personal de limpieza patrullando como si estos veinticinco metros fueran parte del muro de Berlín. Todavía no es horario de visitas, -¿Hoy vendrán a visitar a Carlos? Pienso. Desde hace cuatro días que estoy con él y nadie vino a visitarlo desde ese entonces ¿Quién sos en verdad, Carlos?
Pongo una película, cierro los ojos, me despiertan con olor a café, es mi hermana que me trajo una jarra desbordante de mi segundo vicio. ¡Café! ¡Café! ¡Café! Por fin una buena, la máquina de café queda en el cuarto piso y es casi tan imposible como la calle para un reo como yo. Mi hermana se queda un rato, charlamos de política con Carlos y de que su carta no llegó, ni bien puede mi hermana escapa y de nuevo nos quedamos solos Carlos, yo y un zumbido de palabras que emerge de las dos teles.
-Bueno, Carlos, a esperar la cena, es la única que nos queda. Le comento. Carlos asiente y se vuelve a recostar en la cama con la vista fija a el logo de TN, Cae la noche en capital y con ella crecen las sombras y mis oportunidades de sigilo, mi plan se pone en marcha, ya tengo todo cronometrado, sé que van a venir a darme la comida de la noche y minutos después llegan con los medicamentos, tengo que bancarme un nuevo naranju, llamar para que me lo saquen y después, cuando Carlos duerma voy a tener la chance. La chance que esperé toda el día, la chance que desaproveché los últimos 3 días. Espero que funcione mi plan, espero que esta vez funcione.
El plan sigue su curso, obviamente porque su curso es el natural, viene la comida, se va la comida, vienen los medicamentos y pretenden quedarse, cuanto más me acerco a mi chance el tiempo empieza a ir tan lento como el goteo naranja de la Rifampicina, gota a gota el tiempo arde en mi brazo, en mi mano y en mi bolsillo, saco un cigarrillo por primera vez, solo para mirarlo. Salto de canales en la tele y me doy cuenta que Carlos ya está dormido. Le apago TN y me pongo a pensar qué bueno que estaría ser pescador de peces espadas, lejos de todo, disfrutando de la espera.
La última gota cae del suero e inmediatamente toco el botón de la enfermería, quiero que una guardia me venga a sacar el grillete, eso le va a dar la excusa para no volver por un tiempo; Llega la enfermera y me saca la vía, la acompaño hasta la puerta, es muy sospechoso hasta para mí, pero no puedo dejar de hacerlo, la puerta cerrada es parte esencial de mi plan, Listo. Es la hora de la verdad, voy corriendo a paso lento hacia el balcón, abro la ventana y me da la bienvenida un intenso frio de invierno, el guardia está en la garita recibiendo a las personas que corren a emergencias con sus nenes en brazos o rengueando de una pierna, un destello me avisa que prendí el cigarrillo y su longitud se disipa con el viento. He logrado lo que me propuse, pude pasar otro día.
Vuelvo a mi cama con olor a pecado en mis manos, me recuesto cambio de canal y pienso ¿Qué lindo seria ser cocinero? Apago la tele y cierro los ojos.
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