En
aquella siesta, Salzman soñaba otra vez con la timba de las sombras. Los jugadores
mostraban abiertamente las figuras de cada carta, pero mantenían oculto el
lomo. El ruso tenia ante sus ojos una mano de seis cartas iguales, grises,
batarazas, impenetrables.
La
banca jugó su naipe boca abajo. Hubo un murmullo de admiración.
-Gana
la casa –anunció el Tallador.
-Todavía
no he jugado –objetó Salzman.
-No
hace falta. No existe ninguna carta mejor que esta.
El
ruso dio vuelta su juego y comprobó que ahora había lomo de los dos lados.
-Todas
las cartas son iguales.
Todos
rieron y el Tallador arrojó al aire el mazo entero. Llovieron cartones grises
sobre la mesa.
-Claro
que son todas iguales, por eso usted pierde. Su error es creer que hay
diferencia, que los números y los palos significan algo. No se engañe, Salzman:
la carta que usted espera no existe.
(Fragmento
del libro Cartas Marcadas de Alejandro Dolina)
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