Parado
en el borde del muelle, las puntas de los zapatos se asoman a la última tabla,
las manos agarradas firmemente a la baranda para no perder el balance, mirando
ciegamente atreves de la niebla, tratando de atravesar el rio, intentando
rascar algún destello de la luz verde que parpadea al final del muelle que yace en la otra orilla.
A
mis espaldas quedó la mansión, dentro de ella la fiesta, con esa mezcla de
gritos de algarabía, música estridente, y fuegos artificiales que llega a excitar
el aire que acompaña a mi soledad electiva.
Todo
es un gran engaño, un ardid de prestidigitador, una gran estafa que ya no tiene
sentido. Ya que este emporio es un truco de magia que carece de público; Un titán robótico
incapaz de cumplir su función. Pues de nada sirve esto si ni siquiera puedo alcanzar a ver el destello esmeralda latiendo desde la orilla opuesta del rio.
Dicen
que lo último que pierde el hombre es la esperanza, y lo anuncian como si fuera
un buen augurio. Pues hoy pienso todo lo contrario, pienso que es la peor de
las maldiciones. Me gustaría olvidarme de todo, parado en el muelle me doy
cuenta de que le estoy dando la espalda a mi presente tratando de no soltar el
pasado y mas allá de que la niebla y la distancia comploten contra mis deseos,
yo no me doy por vencido, una pizca de luz sería una gota de agua en este
sediento desierto que es hoy, mi presente.
Pero
es el camino que de alguna manera elegí. Planear contra el destino es una
jugada muy difícil de ganar, ¿no es cierto?. Construir todo el rompecabezas alrededor
de una pieza que sabemos que perdimos y rezar, aferrándonos a esperanza de que lógicamente
todo va a cuadrar al final, es un engaño en el cual todos parecemos caer fácilmente.
Evadimos la verdad, una verdad que es tan difícil de tragar que no la creemos
aunque esté presente en cada uno de nuestros días y que tanto nuestras historias
como las ajenas no se cansan de gritar a nuestros sordos oídos. La verdad es que el destino
no necesita que todo cuadre para cerrarse en sí mismo, no precisa de finales redentorios, ni de obligados desenlaces. Este nudo perpetuo en el que transitamos
a veces parece engañarnos con la promesa de un balance final. Pero ese engaño
es propio, es la esperanza la que lo impulsa más allá de la razón y es por eso que
esta maldición nos hace esperar un día mas, todos los días.
En
noches de niebla como esta, prefiero mil veces el olvido a la esperanza. En mis
ojos retumban ingrávidas las letras de una frase que alguna vez supe leer, pero
en su momento no entendí “Benditos sean los olvidadizos, pues ellos sacan lo
mejor incluso de sus propios errores”.
Me
pregunto si alguna vez esa luz verde dejar de titilar en mi cabeza, si ese
repiqueteo monótono alguna vez cesara y parara de recordarme que las cosas que
quedaron en el pasado jamás se volverán a repetir; Y aunque cada vez las
fiestas sean mas grandes, la música suene más fuerte y los fuegos de artificio
iluminen cada vez más la bahía. La niebla de los tiempos se irá haciendo cada
vez más espesa hasta que ni siquiera quedara esa ilusión de seguir viendo esa luz
verde del otro lado del rio.
Good
Night old sport
J.G.
"Y
mientras cavilaba sobre el viejo y desconocido mundo, pensé en el asombro de
Gatsby al observar por primera vez la luz verde al final del muelle de Daisy.
Había recorrido un largo camino antes de llegar a su prado azul, y su sueño
debió haberle parecido tan cercano que habría sido imposible no atraparlo. No
se había dado cuenta de que ya se encontraba más allá de él, en algún lugar- más alla de la vasta penumbra de la ciudad, donde los oscuros campos de la
república se extendían bajo la noche.
Gatsby
creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante
nosotros. En ese entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos
más aprisa extenderemos los brazos más lejos...
hasta que, una buena mañana...
De
esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en
una regresión sin pausa hacia el pasado"
The Great Gatsby.
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