12/27/2013

A Lost Fragment


Cayendo por el hoyo del conejo Alicia se cruzó con un zorro de dos cabezas, este descendía a una velocidad diferente al resto de los objetos que acompañaban a la niña en su precipitado camino. Tazas, libros, sombreros y cartas escoltaban ingrávidos a la joven a través del agujero. Alicia paso velozmente al animal que, con poco de esfuerzo, aceleró hasta ponerse a la par de la chica. Cuando llegó a su lado, una de sus cabezas preguntó –¿Por qué caes tan rápido?- Ella respondió –Es la única forma que conozco de caer- Y mientras encogía los hombros replicó -¿Quiénes son ustedes?- El zorro vaciló por algunos segundos -¿Ustedes o usted?- preguntó una de las cabezas, que fue rápidamente interrumpida por la otra –Nosotros somos el destino y el libre albedrio- Respondió.

Para Alicia fue suficiente desconcierto,  mas allá de que estaba cayendo sin destino conocido, la respuesta del animal la dejo perpleja, el asombro invadió su cabeza dejando todo el contexto de lado, desde ese momento no pudo apartar su mente del zorro de dos cabezas. Ella siempre se había imaginado a esas dos teorías como enunciados antagónicos, y de repente estaba frente a ellos, unidos como jamás se lo hubiese imaginado –Esto es mas imposible que este pozo infinito, ¿Cómo puede existir uno si existe el otro?, ¿Y cómo pueden, además, ser el mismo sujeto?- Pensaba Alicia.

-De todas las cosas que me podía esperar nunca, pero nunca, me hubiese imaginado tal paradoja- Exclamo Alicia sorprendida -¿Cómo pueden coexistir en un mismo universo, en un mismo planeta, ciudad, parque, agujero, cuerpo?- preguntó. Las dos cabezas se miraron entre sí, asombradas por el cuestionamiento de su existencia, de su realidad y después de un breve momento miraron a la niña y replicaron al unisonó -¿A caso hay algún conflicto que no nos permita compartir el mismo cuerpo?- La pregunta congelo el cerebro de la pequeña; Nunca se lo había preguntado demasiado, nunca en profundidad, era un asunto que para ella se solucionaba en poco segundos de razonamiento  “Si existe un destino prepactado, estamos presos de él, por lo tanto no existe una verdadera elección” Esa reflexión era el principio y el final de sus discusiones acerca del destino versus el libre albedrio y aunque dudaba de cuál de ellos era el valido, siempre los pensó como disyuntos.

Pero la pregunta del zorro y el mismo zorro chochaban con la teoría de Alicia, destruyéndola en pedazos, haciéndola dudar de si misma y a medida que iba cayendo siguió pensando y pensando, contemplando la evidencia de lo que para ella era imposible.

-Incongruentes! Imposibles!, Irreales! Impostores!- refunfuñaba Alicia, sin quitarles la vista de encima –Quizá era la impotencia de no poder responderles la pregunta, quizá era porque esa pregunta había disparado miles más en su cabeza .

Igualmente el pequeño bicéfalo seguía sin comprender por qué Alicia estaba tan enojada con su naturaleza –Somos uno desde el principio de los tiempos- comentó la cabeza del libre albedrio –Y lo seremos hasta el fin de los tiempos- completó el Destino. Las afirmaciones de las dos cabezas hacían que Alicia se confunda más y mas –Nunca pensé…- titubeo la niña. –Nunca pensaste lo suficiente- Respondieron las cabezas al unisonó.

-Caemos por que así tiene que ser- dijo una parte.

Y mientras el zorro iba disminuyendo su caída, separándose de Alicia para perderse en el torbellino de utilería la otra cabeza habló –Caemos lentamente por que así lo elegimos.-

-Y tu Niña… ¿Por qué caes tan rápido?- preguntó de nuevo el animal antes de desaparecer confundiéndose entre las tazas gorros y libros.

Esta vez la pregunta habia cambiado completamente.





12/20/2013

Pensamientos

A veces miro fijo a el mundo donde nos toco vivir miro las cosas que todos tomamos como costumbre cosas a las cuales queremos permanecer impotentes Veo como los grandes mounstros devoran nuestra mente y nuestros bolsillos bombardeándonos de publicidad como los grandes países no se dignan a ayudar a los mas pobres mientras algunos se agasajan con colecciones de autos mansiones lujo otros mueren de sida en África o de hambre en la india o por la bala de un mercenario en Irak, un mercenario que se esconde bajo un dios que no lo quiere, ojala que exista dios, para asegurarme de que el va a recibir lo que dio. pero esto va mas allá de eso, el punto que quiero demostrar en este escrito es la falta de solidaridad que existe entre nosotros, cada vez mas y mas la gente se va aislando cada vez mas y mas, y en hecho, pareciera que el progreso de las naciones tendría que ver con eso, miremos el caso de eeuu (no tengo ganas de escribirlo bien y creo que no se lo merezca) su sociedad es aislada individualmente muy agresiva y muy territorial y adopto un fanatismo a las reglas europeo, si estas haciendo una fiesta y son las 6:02 en ves de levantar la persiana y decir que la cortes llaman al SWAT para que te corte el mambo, bueno... debe ser que tendremos que seguir ese camino... me niego rotundamente, sigamos con mi punto así no cuelgo. Mi punto es... ¿Tanto nos esta costando darle el asiento a las viejas? ¿Tanto nos esta costando no romper cosas del estado (De todos, ¡¡¡ tuyas boludo!!!!)? creo que la sociedad se esta aislando a ella misma, es un espíritu que crece, el es espíritu que antes solo tenían los que andaba en traje y no sabían sacar el boleto en el bondi, ahora la tenemos todos, es como que nos estamos quedando poco a poco sin neuronas, que nos estamos dejando pisar cada vez mas fuerte, es el caso de la política argentina, sabemos que todo es una maniobra pero votamos = y no hacemos nada,,, los maditos comunistas que son los que mas nos tienen que guiar en un cambio (no se si para mejor). la impunidad de los políticos no nos asombra y cada ves que luego de una lucha mas mediatica que humana se hace justucia (O lo que quiere la mayoria) se lo festeja como si fuera un gol a los ingleses. La impunidad que generamos día a día es la que nos esta hundiendo en este país en el que pareciera la única ley que se cumple es la del menor esfuerzo, solos nos estamos cavando la tumba, pareciera que disfrutamos de este avión en picada como si fuera una montaña rusa

12/18/2013

MARGINALIA



Decisiones, asesinas de infinitos universos, escultoras de destinos, puntos finales de pensamientos y divagues. Las he odiado desde que tengo uso de razón y he inventado miles de estrategias para tratar de evadirlas continuamente.

Temo a las páginas llenas, y a medida que esta página se va llenando de irrenunciables caracteres no puedo más que convertirla en una analogía de mis propios temores. ¿A caso la marcha del tiempo no es más que una mezcla de máquina de escribir con un mecanismo de relojería, un ingenio imparable que imprime papel grabado a medida que pasa el tiempo, encargada de escribir nuestra historia a medida que pasa? Una maquina en la cual uno trata de escribir en el papel lo mejor que pueda y de la mejor manera posible, tratando de no cometer demasiadas faltas, mejorando las puntuaciones y cargando tintas sobre los temas que importan. 

La gran diferencia entre esta maquina del demonio y la maquina con la cual estoy escribiendo este relato es que la primera no dejara de escribir, aun cuando nadie esté presionando sus teclas, el papel sigue avanzando, las paginas se siguen completando, y las palancas siguen pegando violentamente contra la cinta de tinta tatuando cada carácter a el papel.
En desacuerdo con lo troncal de ese destino yo había encontrado un lugar feliz, donde podía escribir sin temor a lo permanente del pasado, un lugar donde se podían desarrollar miles de historias, ramificadas y anudadas. Historias que siempre prometían segundas partes, revanchas, reencuentros. Mi solución era escribir en el margen de la hoja, a mano alzada, como si fueran las notas que hace un estudiante al lado del texto de un libro de estudio, notas fantasmales que hacían que la antología sea más interesante.

Esto me retrotrae a una bella historia que trascendió en el mundo matemático, Se trata de la leyenda del último teorema de Fermat. Pierre de Fermat fue un gran matemático del siglo XVII que escribió en el margen de un libro titulado Arithmetica, el cual estaba estudiando, esta cita:

“Es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente. He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro es muy pequeño para ponerla.”

Luego de eso no tuvo mejor idea que morirse y la solución de ese problema en particular y su misteriosa solución mantuvo en vela a los matemáticos por varios siglos. Era una espina irremediable y dolorosa que maldecía a cualquiera que abordara un intento de resolución y ese libro se transformo en leyenda solamente por una nota al margen.

Al principio esas notas, esos pies de pagina y esos garabatos sobre el margen solo eran finales alternativos, conclusiones de experiencias o deseos, que si bien en el texto principal no estaban escritos en detalle algo en mi me obligaba a reproducirlos a un costado. Es así como poco a poco las historias empezaron a crecer siempre a la izquierda de la línea roja que delimitaba el margen de la historia principal y asi como un graffitti rompe con la monotonía de una pared, esta marginalia empezó a embellecer mi vida, esa letra cursiva destilaba palabra a palabra sentimientos y sabores que se colaban como un polizón, quedando grabados en el tiempo.

Empecé a volverme bueno en eso, empecé a escribir, a leer y a pensar más antes de escribir. Me di cuenta que mis historias más apasionadas eran las que nunca habían sucedido, ese toque místico de carecer de realidad me permitía cambiarlas a gusto, sentenciarles finales o darles infinitas segundas partes.

Pero las historias empezaron a crecer descontroladamente y si bien seguían pasando detrás del margen, empezaban a salpicar hacia el otro lado de la línea, cada vez con más fuerza, cada vez con más pasión, la línea se movía y el margen iba ganando espacio, quitándoselo al texto escrito por la maquina, lo iban ahogando lentamente en una especie de prensa literaria.

Hoja tras hoja la línea roja se hacía más endeble, tendía a desaparecer por las noches solo para renacer en cada rutinaria mañana. Cada nueva página me daba chances de seguir con las reflexiones, con el relato y con la pasión.

No fue hasta hace poco que la línea cedió y la cursiva invadió a la imprenta, atacando con sus rulos a esos constantes repiqueteos metálicos, a esas letras simétricamente clonadas.

En este momento me encuentro asombrado, con un lápiz en la mano tratando de recuperar la línea que dividía mis fantasías de la historia oficial. Pero mirando hacia atrás, recapitulando desde el índice no sé si quedarme con el relato principal o huir de una buena vez a esa hermosa marginalia.



12/08/2013

The Sphere



La primera vez que la vi estaba avanzando lentamente por la calle que queda a una cuadra del dique. La escultura parecía a lo lejos flotar ingrávida sobre un pasillo de espejos, al principio supuse que la peatonal estaba vacía porque el frio de invierno combinado con la pequeña llovizna había obligado a todos a buscar cobertura en la compañía de un buen café o en la calidez de una cama de hotel, pero el sol recién había caído y todavía seguía iluminando las nubes más altas en el cielo haciéndolas brillar en un naranja tornasolado. El frio neón que saltaba de blanco a azul eléctrico creaba una especie de bruma fantasmagórica que rodeaba la esfera, de lejos era un punto gigante y tan brillante que dolía al verlo, a medida que uno se iba acercando a la escultura las líneas se iban haciendo más tenues y con los ojos acostumbrados al brillo se podía distinguir un fondo metálico que armaba a la esfera. Los patrones de los dibujos que marcaban sus neones eran caprichosos pero reglados, como si ella misma quisiera romper sus propias reglas usándolas como herramienta, los tubos de neón parecían barrotes cilíndricos que formaban en circunferencias concéntricas una especie de prisión.

No sé por qué ese era el lugar más solitario de los 4 diques pero en ese momento advertí que la peatonal estaba vacía aunque el puerto estallaba de concurrencia y las luces de los edificios linderos estaban apagadas dejando que solo la luz de la esfera ilumine los doscientos metros que la contenían. No había ningún negocio abierto en esa calle, solo sus fachadas daban testimonio de la existencia de los mismos, ni siquiera había algún transeúnte descansando en los bancos que poblaban el paseo. Parecía como si la esfera se encargara de echar a todo ser vivo de sus dominios. Sin embargo me sentía atraído por ella y decidí acercarme. Un leve zumbido iba creciendo a medida que me aproximaba a su base, en la cual no encontré inscripción alguna. 

¿Qué hacía que nadie se acercara a ese lugar? ¿Porque me sentía tan atraído a la esfera? Las preguntas rondaban en mi cabeza y zumbaban a la par de el latido de alta frecuencia del neón, empecé a caminar alrededor de ella, tratando de encontrar una explicación de sus dibujos y  a medida que orbitaba alrededor note los patrones cambiaban casi imperceptiblemente. Busque conexiones eléctricas al las luces, fundaciones de la estructura de chapa, algún tablero eléctrico que la alimentase, algún indicio del mecanismo que lograba que la esfera cambie de patrones o  alguna pista de su origen y significado, todo fue en vano, la esfera permanecía encerrada en su propio misterio zumbando fluorescencia celeste, inerte a su entorno, sumisamente cambiante.

El sol termino de esconderse y la calle se torno aun más oscura, yo seguía parado frente a la esfera atrapado por sus infinitas formas y por mis infinitas teorías que trataban de explicarla, en un momento no me pude resistir e intente tocarla, quería saber la temperatura de los tubos de vidrio los cuales asombrosamente estaban al alcance de la mano. Sabia previamente que los tubos de neón son alimentados con alta tensión y a medida que el camino del neón era más largo era más la tensión que se les tenía que aplicar para hacerlos brillar. Estos tubos eran tan infinitos como imposibles. 

Lentamente acerque la mano a la esfera que de pronto empezó a brillar intensamente justo en el lugar en el cual estaba acercándome para tocarla, el zumbido empezó a mutar de un tono estático a una especie de respiración agitada que iba subiendo mas y mas a medida que me iba acercando. Cuando estaba a milímetros de tocarla los tubos se unieron instantáneamente escondiendo el fondo metálico, la esfera exploto en color cegándome repentinamente, un golpe eléctrico me hizo caer de rodillas, trate de recomponerme rápidamente, y aunque seguía aturdido, alcé la vista por última vez para observarla nuevamente,  los patrones se habían transformado en letras, un texto en todas direcciones en una tipografía que no conocía, pero que me resultaba familiar. La bola se apago repentinamente solo para volver nuevamente con un destello a su patrón habitual. Sentí que me quitaba algo en ese parpadeo, es lo último que recuerdo de ese día.

De vez en cuando paso cerca de la escultura, la calle sigue desierta, los negocios sin abrir y solo su luz espectral ilumina el ambiente, pero advertí que en los momentos de gran pesar la esfera está apagada y yace inerte en  medio del paseo, en cambio en los días más felices de mi vida, puedo descubrir su brillo incluso del otro lado del puerto. Nunca me volví a acercar a la esfera pues creo que ella me ha robado el alma y la ha aprisionado dentro de sus tubos luminosos.

 A veces el lugar más seguro es el lugar que nos encierra.






12/07/2013

Crashing Ships


A medida que íbamos caminando a la estación de subte se podía percibir cierta rareza en el aire. Había mucha gente en la calle. El murmullo no era compasivo con los caminantes y resaltaba el silencio del trayecto. El sabor del café se iba desvaneciendo de la boca en la misma velocidad que el calor de esa infusión terminaba de adueñarse de todo el cuerpo. Esas pocas cuadras que separaban el café de la entrada del subte eran tan monótonas que contagiaban al cerebro. Cuadras cortas y grises, totalmente antagónicas con las infinitas cuadras que alguna vez caminé en San Rafael, con viñedos llenos de verde detrás de alambrados tan infinitos como aquellas cuadras. Los viñedos pueden ser continuos pero nunca serán monótonos; El cemento es monótono, es aburrido y predecible. Nosotros las caminábamos sin apuro, tratando de prolongar el momento, pero ya se veía la desembocadura de la calle en la avenida, el final estaba a nuestro alcance como cuando se está por terminar un libro y las últimas páginas ya se confunden con la contratapa. 

Aunque caminábamos juntos se sentía una soledad reinante en cada uno de nosotros, la cual era imposible de evitar. Se nos podía confundir tranquilamente con dos transeúntes en un accidental camino común. 

Llegamos a la boca del subte, plagada de propagandas y porquerías de la ciudad. Nuestro silencio ya era insoportable contrastándose con el murmullo que nos seguía rodeado de palabras y que junto con bocinazos, aceleradas de auto y ese insoportable ruido a taza de freno gastada completaban el ruido estándar del lugar que invadía sin compasión el espacio que dejaba nuestro mutismo. 

Fue ahí donde sucedió, nos saludamos amablemente deseándonos suerte en las misiones que tenia cada uno, que en ese momento ya habían pasado a ser excusas. Pero eran excusas de las cuales no podíamos renunciar y por ende teníamos que partir cada uno por su lado. Pero inmediatamente después del saludo mientras se iban dividiendo nuestros caminos, mientras yo empezaba a caminar rumbo a mi excusa y ella empezaba a bajar la escalera hacia la boletaría, nuestras miradas se cruzaron avanzando a una par impar, separadas por una reja pesadamente forjada y pintada con mil capas de pintura sintética que se evidenciaban en un resalte de la baranda que dejaba expuesto el metal oxidado rodeado de un arcoíris formado por las pasadas manos de pintura de colores horribles que solo pudieron ser elegidos por las diferentes intendencias de la ciudad. 

Todo se empezó a detener, los autos no frenaban ni arrancaban, los peatones enmudecieron, ella dejo de bajar, yo me quede parado, mirándola atreves de la reja, nos seguíamos mirando mientras todo se apagaba, mientras los semáforos titilaban amarillo en todas las direcciones,  mientras las puertas de los colectivos no abrían, atrapando a la gente en su interior, mientras miles de aviones cuadriculaban el cielo sin nubes que amenazaba con abalanzarse sobre la ciudad.

Luego todo se desvaneció, salvo la reja y nuestras miradas que ya se parecían a un choque de barcos en cámara lenta, imparables e inevitablemente destructivas. Nunca habíamos sostenido la mirada durante tanto tiempo; En el café eran fugaces los encuentros entre ojos, seguidos normalmente por un rubor que invadía inmediatamente las mejillas, nos espiábamos con temor a revelar, atrincherados detrás de una taza humeante y carcajadas exageradas, esas que te dejan cerrar los ojos por un momento. Pero esta mirada, la mirada que tenia pedía que le diga algo, algo que creo que se notaba que yo tenía en la punta de la lengua, ese Presque Vu me venía atormentando desde que pedimos la cuenta, la cual era el inicio del desenlace. Sus ojos me intimidaban a revelar mi pregunta, eso me asustaba aun más. Estaba asustado de preguntar. Aunque creo que más le temía a la respuesta, cualquiera haya sido. 

¿Te quedarías conmigo?