2/14/2013

The Plague Doctor



En cuanto se bajo de la patrulla el oficial al mando me dijo exaltado – Creo que lo que atrapamos no es de este mundo-. Yo trabajaba como doctor en la morgue de la central de Scotland Yard. Y varias veces me habían pedido una pericia psicológica medica para los casos que involucraban dementes o esquizofrénicos. Esta vez el comisario me había ordenado que deje la morgue del subsuelo y que me dirija a la puerta de entrada . Me dijo – Lo hemos atrapado, sea lo que sea lo hemos atrapado!.
- Se comporta en un estado catatónico.-  Me dijo el oficial. –Estaba así desde que lo encontramos al lado del cuerpo de su ultima victima; se ha comportado así todo el trayecto y no dijo ni siquiera una palabra.- Concluyo, solo para acotar antes de abrir la puerta de la patrulla con una sola advertencia  –No le hemos podido quitar la máscara, tampoco hemos tratado mucho Doctor, Este sujeto me da muy mala espina.

La puerta trasera del auto se abrió y de ella emergió una figura alta de un metro noventa envuelta en un sobretodo negro rematado en una capucha  y que le llegaba hasta los tobillos dejando ver unas botas de cuero negro desgastadas pero que todavía destilaban un pequeño brillo. El sujeto poseía guantes que se extendían desde el inicio del codo y le llegando  a la muñeca de una especie de tela dura, el resto del guante, la parte que cubría sus manos, era de una tela más fina, pero de apariencia también fuerte. El estado de los guantes concordaba con el de el resto de la vestimenta, salvo por la parte de la tela fina que cubría las manos  la cual tenía una apariencia inmaculada; Su capucha solo me dejaba ver una punta de su máscara, Una máscara de cerámica con la forma de una cabeza de pájaro de nariz enorme le cubría la mitad frontal de la cabeza, la máscara luego remataba en un cuero  y formaba un cuello que se perdía dentro de los pliegues del sobretodo. Era una figura fantasmagoría que me trasladaba a la Venecia del  siglo 1600 donde a causa de la peste negra empezaron a aparecer estos doctores los “doctores de la plaga” los cuales eran los encargados de tratar a los enfermos de esta maldición su marca era su inconfundible traje; Este los protegía del  contacto con los virulentos pacientes. La nariz de su máscara tenia doble uso, el principal era filtrar el aire viciado de el ambiente, para ello los doctores llenaban la nariz con todo tipo de hierbas aromáticas y flores, el segundo era mantener una distancia mínima que se lograba con su exagerado pico en punta. El resto del traje era un improvisado sello hermético que no dejaba una pulgada de piel en contacto con el aire, de esta manera los doctores se protegían de la peste reinante.

A medida que empezaba a subir la escalera el sujeto levanto la cabeza y me miro fijamente, alcance a percibir detrás de su mascara dos ojos tan negros como profundos que me disecaban a la distancia como otra más de sus víctimas. Rápidamente esquive su mirada y empecé a caminar con él hacia las celdas solitarias que se encontraban al final de la comisaria.

Al cruzar la puerta principal una voz ronca pero clara y de un raro acento Londinense rompió en silencio en el cual por asombro todos sin notarlo nos habíamos sumergido
-Veo que usted también es doctor – Me dijo – Lo puedo notar por su guardapolvo
-Es así – Respondí algo vacilante- mi nombre es John Lenoire Y trabajo en el departamento médico de la comisaria, Estoy aquí para…
-¿Comisaria? – Pregunto – Si yo no he cometido ningún crimen – dijo, con tono asombrado
De repente todas las imágenes de las autopsias que tuve que realizar, cuerpos que llegaban sin una gota de sangre, con los ojos abiertos absortos en una última mirada que suplicaba  clemencia volvieron a mi golpeando como ariete mi cerebro, fue entonces que le dije
-Pero usted no se da cuenta! Ha asesinado a mas de 55 personas en los últimos 3 meses, de una manera horrible y sin causa alguna!
-Esos hombres ya estaban muertos en vida mi buen doctor. Yo solo estoy curando la Gran pestilencia –Dijo tranquilamente
-¿De qué Gran pesti… Ahh La plaga, la Peste Negra.
-Plaga, Peste; Llámela como quiera Doctor… Yo la nombro como su principal cualidad, una gran pestilencia que inunda los barrios devorándoselos en vida.
-Le puedo asegurar que la plaga no existe mas fue eliminada hace más de un siglo
-Doctor.. Doctor – dijo en tono paternal – Le puedo asegurar que la plaga esta aquí, puedo sentirla y es mi deber en la vida deshacerme de ese flagelo, mi cura es la más efectiva.
-Pero su cura mato a todos los pacientes!!! Es una locura!!!  Su cura es errónea!!!
-Buen doctor…- Dijo mientras volteaba hacia mi - Mi cura es la más Efectiva.





2/05/2013

Every Right Step



Uno de cada dos pasos me llama a ser prudente, me recuerda insistente, como el péndulo de un reloj indica sin fatiga el paso del tiempo, que no soy inmortal. Cada dos pisadas el pasado me toca el hombro, no es ni siquiera un dolor, no llega a ser un pellizco, tampoco una molestia, pero cada vez que camino en soledad este suspiro de pesar, esta sombra de agonía, me remite a la misma serie de pensamientos; Que debo ser más humilde,  debo ser más noble, No soy irrompible y tampoco infinito así como las oportunidades que tengo. Esta obsesión de mi pie derecho de llevare a la realidad nunca descansa, nunca se detiene, nunca para de gritar. Sos finito, susceptible, sos más pequeño de lo que crees, falible como cualquier ser humano.

Y asi paso de por medio me doy cuenta que solo es accidente que este como actor principal de este cuerpo, de esta vida y de este tiempo.  De repente todo se derrumba, me detengo a pensar que cada uno de nosotros está encerrado en su rol de actor principal, que en el día a día no pensamos que esto se va a terminar. En realidad esa sería una tortura muy macabra. Y como el cerebro tiene la habilidad de borrar de la imagen que vemos a nuestra nariz que sin embargo los ojos captan todo el tiempo, nuestro mismo cerebro en pos de la auto conservación  nos hace olvidar de que tenemos un tiempo demasiado corto en esta vida. Irrepetible y sutil. Y nosotros tontamente desperdiciamos días enteros como si fueran infinitos, reemplazables, reciclables. Muchos treces de marzo, muchos primeros de Enero,  Muchos  cuatros de Agosto, muchos catorces de Febrero… Zancadillas del calendario.

Le tengo que dar las gracias a mi pie. Que me devuelve todos los días a la realidad, esa realidad que nos negamos a ver y que gracias a nuestra indiferencia nos permitimos dejar pasar chances, momentos y personas. Solo por el hecho de creer que ante un horizonte infinito siempre va a aparecer otra chance que nos va a encontrar en mejor momento.. mejor vestidos, mas altos, peinaditos, recibidos de veterinarios  o con mas valor.

Odio a mi pie. Lo odio y lo amo. Odio su persistencia en  evidenciar mi fragilidad, el pensamiento inmediato de una vida acotada a la que me lleva. La necesidad de avisarme que estoy dando cada paso y que de cada paso no puedo volver atrás…  todo eso me tortura, no me tortura el dolor pues el pie solo emite una simple mueca, pero es una gotera en un cuarto vacio, repiqueteando, haciendo eco en las paredes de mi cabeza. Amo su advertencia de aprovechar cada día, de darme humildad y de hacerme pensar en lo bueno y en lo malo de ser mortal, pues al ser consciente de que uno es un ser mortal, se mira con otra perspectiva a las cosas. Algunos dicen que la muerte es el precio que pagamos por el amor. Que sin ese irremediable final no existiría el amor. Y si.. Si no hay nada que perder… el amor seria un sentimiento de morondanga. De que serviría sacrificar el resto de tu vida a una persona.. si esta vida es infinita. De que serviría dedicar tiempo a una persona, si ese tiempo lo pudiésemos recuperar, si dispusiéramos de tanto tiempo como quisiéramos. Y todo vuelve a la misma idea. El amor no existe sin sacrificio. Mira a lo que me lleva mi pie. Como no amarlo.

El doctor me dijo que perdí una articulación, que dos huesos se convirtieron en uno, perdí un grado de libertad, pero no solo óseo. Perdí la libertad que me daba el creerme infinito, irrompible e invencible. Lo cambie por un macabro reloj que paso de por medio me hace pisar la tierra.