12/07/2013

Crashing Ships


A medida que íbamos caminando a la estación de subte se podía percibir cierta rareza en el aire. Había mucha gente en la calle. El murmullo no era compasivo con los caminantes y resaltaba el silencio del trayecto. El sabor del café se iba desvaneciendo de la boca en la misma velocidad que el calor de esa infusión terminaba de adueñarse de todo el cuerpo. Esas pocas cuadras que separaban el café de la entrada del subte eran tan monótonas que contagiaban al cerebro. Cuadras cortas y grises, totalmente antagónicas con las infinitas cuadras que alguna vez caminé en San Rafael, con viñedos llenos de verde detrás de alambrados tan infinitos como aquellas cuadras. Los viñedos pueden ser continuos pero nunca serán monótonos; El cemento es monótono, es aburrido y predecible. Nosotros las caminábamos sin apuro, tratando de prolongar el momento, pero ya se veía la desembocadura de la calle en la avenida, el final estaba a nuestro alcance como cuando se está por terminar un libro y las últimas páginas ya se confunden con la contratapa. 

Aunque caminábamos juntos se sentía una soledad reinante en cada uno de nosotros, la cual era imposible de evitar. Se nos podía confundir tranquilamente con dos transeúntes en un accidental camino común. 

Llegamos a la boca del subte, plagada de propagandas y porquerías de la ciudad. Nuestro silencio ya era insoportable contrastándose con el murmullo que nos seguía rodeado de palabras y que junto con bocinazos, aceleradas de auto y ese insoportable ruido a taza de freno gastada completaban el ruido estándar del lugar que invadía sin compasión el espacio que dejaba nuestro mutismo. 

Fue ahí donde sucedió, nos saludamos amablemente deseándonos suerte en las misiones que tenia cada uno, que en ese momento ya habían pasado a ser excusas. Pero eran excusas de las cuales no podíamos renunciar y por ende teníamos que partir cada uno por su lado. Pero inmediatamente después del saludo mientras se iban dividiendo nuestros caminos, mientras yo empezaba a caminar rumbo a mi excusa y ella empezaba a bajar la escalera hacia la boletaría, nuestras miradas se cruzaron avanzando a una par impar, separadas por una reja pesadamente forjada y pintada con mil capas de pintura sintética que se evidenciaban en un resalte de la baranda que dejaba expuesto el metal oxidado rodeado de un arcoíris formado por las pasadas manos de pintura de colores horribles que solo pudieron ser elegidos por las diferentes intendencias de la ciudad. 

Todo se empezó a detener, los autos no frenaban ni arrancaban, los peatones enmudecieron, ella dejo de bajar, yo me quede parado, mirándola atreves de la reja, nos seguíamos mirando mientras todo se apagaba, mientras los semáforos titilaban amarillo en todas las direcciones,  mientras las puertas de los colectivos no abrían, atrapando a la gente en su interior, mientras miles de aviones cuadriculaban el cielo sin nubes que amenazaba con abalanzarse sobre la ciudad.

Luego todo se desvaneció, salvo la reja y nuestras miradas que ya se parecían a un choque de barcos en cámara lenta, imparables e inevitablemente destructivas. Nunca habíamos sostenido la mirada durante tanto tiempo; En el café eran fugaces los encuentros entre ojos, seguidos normalmente por un rubor que invadía inmediatamente las mejillas, nos espiábamos con temor a revelar, atrincherados detrás de una taza humeante y carcajadas exageradas, esas que te dejan cerrar los ojos por un momento. Pero esta mirada, la mirada que tenia pedía que le diga algo, algo que creo que se notaba que yo tenía en la punta de la lengua, ese Presque Vu me venía atormentando desde que pedimos la cuenta, la cual era el inicio del desenlace. Sus ojos me intimidaban a revelar mi pregunta, eso me asustaba aun más. Estaba asustado de preguntar. Aunque creo que más le temía a la respuesta, cualquiera haya sido. 

¿Te quedarías conmigo?


1 comentario:

Shasmine Cianne dijo...

Me encanto... eh...no sé me dejaste sin palabras, es muy profundo y es algo que en la ciudad pasa a menudo. Creo que esa pregunta es la mas pensada y la menos usada en todo el planeta, hay que ser muy valiente para poder decirla en voz alta.