2/11/2014

The Green Light Across the River



Parado en el borde del muelle, las puntas de los zapatos se asoman a la última tabla, las manos agarradas firmemente a la baranda para no perder el balance, mirando ciegamente atreves de la niebla, tratando de atravesar el rio, intentando rascar algún destello de la luz verde que parpadea al final del muelle que yace en la otra orilla.

A mis espaldas quedó la mansión, dentro de ella la fiesta, con esa mezcla de gritos de algarabía, música estridente, y fuegos artificiales que llega a excitar el aire que acompaña a mi soledad electiva.

Todo es un gran engaño, un ardid de prestidigitador, una gran estafa que ya no tiene sentido. Ya que este emporio es un truco de magia que carece de público; Un titán robótico incapaz de cumplir su función. Pues de nada sirve esto si ni siquiera puedo alcanzar a ver el destello esmeralda latiendo desde la orilla opuesta del rio.

Dicen que lo último que pierde el hombre es la esperanza, y lo anuncian como si fuera un buen augurio. Pues hoy pienso todo lo contrario, pienso que es la peor de las maldiciones. Me gustaría olvidarme de todo, parado en el muelle me doy cuenta de que le estoy dando la espalda a mi presente tratando de no soltar el pasado y mas allá de que la niebla y la distancia comploten contra mis deseos, yo no me doy por vencido, una pizca de luz sería una gota de agua en este sediento desierto que es hoy, mi presente.

Pero es el camino que de alguna manera elegí. Planear contra el destino es una jugada muy difícil de ganar, ¿no es cierto?. Construir todo el rompecabezas alrededor de una pieza que sabemos que perdimos y rezar, aferrándonos a esperanza de que lógicamente todo va a cuadrar al final, es un engaño en el cual todos parecemos caer fácilmente. Evadimos la verdad, una verdad que es tan difícil de tragar que no la creemos aunque esté presente en cada uno de nuestros días y que tanto nuestras historias como las ajenas no se cansan de gritar a nuestros sordos oídos. La verdad es que el destino no necesita que todo cuadre para cerrarse en sí mismo, no precisa de finales redentorios, ni de obligados desenlaces. Este nudo perpetuo en el que transitamos a veces parece engañarnos con la promesa de un balance final. Pero ese engaño es propio, es la esperanza la que lo impulsa más allá de la razón y es por eso que esta maldición nos hace esperar un día mas, todos los días.

En noches de niebla como esta, prefiero mil veces el olvido a la esperanza. En mis ojos retumban ingrávidas las letras de una frase que alguna vez supe leer, pero en su momento no entendí “Benditos sean los olvidadizos, pues ellos sacan lo mejor incluso de sus propios errores”.

Me pregunto si alguna vez esa luz verde dejar de titilar en mi cabeza, si ese repiqueteo monótono alguna vez cesara y parara de recordarme que las cosas que quedaron en el pasado jamás se volverán a repetir; Y aunque cada vez las fiestas sean mas grandes, la música suene más fuerte y los fuegos de artificio iluminen cada vez más la bahía. La niebla de los tiempos se irá haciendo cada vez más espesa hasta que ni siquiera quedara esa ilusión de seguir viendo esa luz verde del otro lado del rio.

Good Night old sport
 
J.G.


 "Y mientras cavilaba sobre el viejo y desconocido mundo, pensé en el asombro de Gatsby al observar por primera vez la luz verde al final del muelle de Daisy. Había recorrido un largo camino antes de llegar a su prado azul, y su sueño debió haberle parecido tan cercano que habría sido imposible no atraparlo. No se había dado cuenta de que ya se encontraba más allá de él, en algún lugar- más alla de la vasta penumbra de la ciudad, donde los oscuros campos de la república se extendían bajo la noche.


Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante nosotros. En ese entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más lejos... hasta que, una buena mañana...

De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en una regresión sin pausa hacia el pasado"

The Great Gatsby. 

F. Scott Fitzgerald


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